martes, 16 de septiembre de 2014

De frente a Moserrate, de espalda a sus cerros.

De frente a Monserrate, de espalda a sus cerros.



Los bogotanos siempre hemos anhelado tener un verdadero parque metropolitano digno de una gran ciudad, miramos con envidia los ejemplos mundiales ampliamente reconocidos como Central Park en Nueva York o Hyde Park en Londres; anhelamos esa posibilidad maravillosa de poder escapar de la ciudad dentro de la misma ciudad. Los bogotanos sentimos que el parque Simón Bolívar aunque es un gran parque no es realmente digno de una verdadera metrópoli.

Y es una preocupación real que la ciudad debe poner como prioridad el índice de espacio público y de parques por habitante que es uno de los  mas bajos del mundo a un punto casi penoso. La ciudad necesita urgentemente enfrentar este problema sí quiere mejorar la calidad de vida sustancialmente. Quisiéramos haber planificado mejor la ciudad y evitar desde el comienzo esta carencia pero nos sentimos mas bien resignados a que así sea. Pero tal vez y solo tal vez, simplemente le estemos dando la espalda al más maravilloso y envidiable recurso natural urbano que puede tener cualquier ciudad en el mundo, si!. De pronto simplemente basta con dejar de mirar los cerros e ir a ellos.

Los cerros constituyen la identidad de Bogotá por donde se le mire, son admirados por todos los ciudadanos y hacen parte del “skyline” de la ciudad; que mejor referencia de Bogotá que Monserrate y Guadalupe? Difícilmente hay algo más bogotano que sus cerros. Pero a diferencia de lo que creemos, no nos hemos realmente apropiado de ellos. Nos los conocemos, no los disfrutamos, simplemente los miramos.  

Los bogotanos, a diferencia de los muchos extranjeros que han decidido vivir en Bogotá entre otras cosas por sus cerros, no sabemos que corren manantiales de agua cristalina y pura en cascadas maravillosas de la cual inclusive sin miedo se puede beber su agua, yo lo hago desde niño y no conozco agua mas fresca helada que la de esos manantiales en sus nacimientos; No sabemos que es un paraíso de vida silvestre donde aun podemos encontrar especies endémicas de tigrillos y también osos de anteojos; Llenos de bosques de pinos, de eucaliptos y de frailejones con el aire puro; no sabemos que a  pocas cuadras de la carrera 7 tenemos un tesoro natural al cual podríamos escaparnos para revitalizar nuestras vidas con la energía de la naturaleza es su estado mas prístino.

Tenemos la oportunidad de tener el mejor parque urbano del mundo y la obligación de dejárselo a nuestros hijos. El miedo con el que crecimos los bogotanos de disfrutar nuestros cerros debe quedar atrás, y en adelante procurar un presente donde todos los niños, jóvenes, padres, adultos y mayores puedan apropiárselos con una infraestructura armónica con la naturaleza: con senderos, equipamientos, seguridad  etc.  El problema, como en todo diseño, no es sí se intervienen o no nuestros cerros, sino como debe ser ésta intervención.

Soñemos que un día no lejano podremos disfrutar a plenitud este paraíso desde Usme hasta lo más lejano de Usaquén, Y desde este parque, que cualquier ciudad en el mundo envidiaría, podamos contemplar las puestas de sol  que nos suele regalar nuestra amada Bogotá.  

@DonQuestion












  





jueves, 28 de agosto de 2014

Bogotá: La metrópoli que iba a ser



Nací y crecí en una Bogotá donde el caos imperaba. Recuerdo aquella Carrera 13 intransitable y apoderaba de vendedores ambulantes o la Avenida Caracas, con trancones interminables; las basuras por todos lados, el miedo terrorista y la falta de entusiasmo que imperaba en todos los bogotanos. Para los inmigrantes, era un infierno al que se sometían por ser la capital, pero en realidad añoraban profundamente sus lugares de origen. Esa fue la Bogotá oscura y siniestra de los años 80 de la que cual fui testigo.

De pronto esa ciudad, a pesar de su suerte, empezó a cambiar cuando el entusiasmo de los bogotanos por arrebatarle la ciudad a la politiquería -cuyo único propósito era mantener un fortín-, eligió un académico que, con educación y orden, llevó a la ciudad por el camino de la trasparencia y la institucionalidad. No sólo el ánimo de quienes aquí vivíamos, sino incluso los foráneos comenzaron a sentir apropiación por ella. Tal fue el entusiasmo capitalino, que ese alcalde renunció para intentar ser presidente, pero de ese episodio solo queda el sin sabor de la renuncia.

Después Bogotá elegiría un alcalde desconocido para evitar que la ciudad volviera a caer en las garras de la politiquería, este nuevo alcalde sorprendería al aprovechar la institucionalidad creada para trasformar la ciudad y la ciudad, en tiempo record, se trasformó como nunca habíamos pensado que podría suceder, con espacios públicos de primera calidad, construcción de parques y bibliotecas, recuperación de los humedales. También se conocieron las ciclorutas, se combatió la piratería con Metrovivienda e inauguramos Trasmilenio. “Más promesas, menos obras” rezaba irónicamente un grafiti. En ese entonces, Bogotá vivía 2.600 metros más cerca de las estrellas.

Seguidamente aquel ex alcalde volvió a ser elegido pidiendo perdón a los bogotanos por haber renunciado y el entusiasmo creció cada día más; los foráneos comenzaron a sentirse bogotanos y los bogotanos mas orgullosos que nunca nos sentíamos de la capital. Tal era el sentimiento, que la gente pagaba voluntariamente 10% más de sus impuestos para que el progreso de la ciudad creciera más rápido y Bogotá se convirtiera en la metrópoli que merecía ser por ser la ciudad mas rica y prospera del país.

La ciudad parecía encarrilada. El nuevo alcalde con habilidad e inteligencia, continuó construyendo sobre lo construido, enfocándose en el aspecto social y ampliando programas de alimentación y asistencia como su tendencia política le guiaba. Todo parecía estar bien y el futuro asegurado, pero nadie se percataría que la ciudad calladamente había vuelto a ser tomada por la politiquería.

Y fue ahí cuando, bajo la promesa de convertir a la ciudad en una metropoli con metro, el pasado volvió con todas sus garras a la ciudad. Otra vez Bogotá era un fortín político. Y construir sobre lo construido fue remplazado por robar lo construido. La institucionalidad y la trasparecía desaparecieron y, como en tiempos vikingos, fue saqueada y destruida.

La ciudad despertó indignada con lo que sucedía, desesperada por retomar el rumbo perdido. Pero esta vez la politiquería fue más hábil y rápidamente salió a denunciar lo que ellos mismos hacían y, junto con con una cantidad de promesas populistas e irreales, conservaron la administración bajo otro nombre y la falsa bandera de la anticorrupción.

Pero al poco tiempo comenzamos a descubrir a un gobernante autoritario, formado en oposición y no en proposición, que aprovechó la falta de institucionalidad y de trasparencia heredada de su antiguo partido para hacer lo que quiso sin importar la ley, y así los bogotanos conocimos que es destruir lo construido: esquema de basuras, POT, ALO, comedores comunitarios, colegios en concesión, Trasmilenio, etc. En un afán ególatra y mesiánico, no de corregir el rumbo de la ciudad, sino de utilizarla para ser presidente sin importar cuanta corrupción, ineptitud y mentiras se requiriera.

Hoy el panorama es de una ciudad tomada por la improvisación, la falta de planeación y el desorden en espera de otra oportunidad. Caminar por la carrera 13 recuerda esa ciudad oscura y caótica de mi niñez que creíamos superada. Los foráneos otra vez son foráneos y los bogotanos otra vez estamos resignados a la ciudad que no es.


Pero soy bogotano y el entusiasmo es más fuerte. Sé que las peores crisis producen los cambios más importantes. Sueño con ver mi ciudad como un ejemplo mundial de urbanismo, de calidad de vida, de cultura ciudadana; sueño con una ciudad tan apropiada de sus cerros como de su río; sueño con una ciudad donde todos seamos iguales y con las mismas oportunidades, y aunque no tengamos la misma casa, todos tengamos una; sueño con una ciudad gobernada por los intereses de los ciudadanos y no por los intereses de los políticos; sueño que Bogotá se convierta en una verdadera metrópoli a pesar de sí misma.

@DonQuestion
Agosto 2.014