De frente a Monserrate, de espalda a
sus cerros.
Los bogotanos siempre hemos anhelado
tener un verdadero parque metropolitano digno de una gran ciudad, miramos con
envidia los ejemplos mundiales ampliamente reconocidos como Central Park en
Nueva York o Hyde Park en Londres; anhelamos esa posibilidad maravillosa de
poder escapar de la ciudad dentro de la misma ciudad. Los bogotanos sentimos
que el parque Simón Bolívar aunque es un gran parque no es realmente digno de
una verdadera metrópoli.
Y es una preocupación real que la ciudad
debe poner como prioridad el índice de espacio público y de parques por habitante
que es uno de los mas bajos del mundo a
un punto casi penoso. La ciudad necesita urgentemente enfrentar este problema
sí quiere mejorar la calidad de vida sustancialmente. Quisiéramos haber
planificado mejor la ciudad y evitar desde el comienzo esta carencia pero nos
sentimos mas bien resignados a que así sea. Pero tal vez y solo tal vez,
simplemente le estemos dando la espalda al más maravilloso y envidiable recurso
natural urbano que puede tener cualquier ciudad en el mundo, si!. De pronto
simplemente basta con dejar de mirar los cerros e ir a ellos.
Los cerros constituyen la identidad de
Bogotá por donde se le mire, son admirados por todos los ciudadanos y hacen
parte del “skyline” de la ciudad; que
mejor referencia de Bogotá que Monserrate y Guadalupe? Difícilmente hay algo más
bogotano que sus cerros. Pero a diferencia de lo que creemos, no nos hemos
realmente apropiado de ellos. Nos los conocemos, no los disfrutamos,
simplemente los miramos.
Los bogotanos, a diferencia de los
muchos extranjeros que han decidido vivir en Bogotá entre otras cosas por sus
cerros, no sabemos que corren manantiales de agua cristalina y pura en cascadas
maravillosas de la cual inclusive sin miedo se puede beber su agua, yo lo hago
desde niño y no conozco agua mas fresca helada que la de esos manantiales en
sus nacimientos; No sabemos que es un paraíso de vida silvestre donde aun
podemos encontrar especies endémicas de tigrillos y también osos de anteojos;
Llenos de bosques de pinos, de eucaliptos y de frailejones con el aire puro; no
sabemos que a pocas cuadras de la
carrera 7 tenemos un tesoro natural al cual podríamos escaparnos para
revitalizar nuestras vidas con la energía de la naturaleza es su estado mas
prístino.
Tenemos la oportunidad de tener el mejor
parque urbano del mundo y la obligación de dejárselo a nuestros hijos. El miedo
con el que crecimos los bogotanos de disfrutar nuestros cerros debe quedar
atrás, y en adelante procurar un presente donde todos los niños, jóvenes,
padres, adultos y mayores puedan apropiárselos con una infraestructura armónica
con la naturaleza: con senderos, equipamientos, seguridad etc. El
problema, como en todo diseño, no es sí se intervienen o no nuestros cerros,
sino como debe ser ésta intervención.
Soñemos que un día no lejano podremos
disfrutar a plenitud este paraíso desde Usme hasta lo más lejano de Usaquén, Y
desde este parque, que cualquier ciudad en el mundo envidiaría, podamos
contemplar las puestas de sol que nos
suele regalar nuestra amada Bogotá.
@DonQuestion
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